Nos vemos, sin fecha ni horario fijo, en algunas pantalla o sintonía radio italiana o española. Y lo mismo ocurre en medios escritos. Tengo la inmensa suerte de no depender de nadie, de no deber nada a nadie y de poder opinar libremente cuando y donde solo yo lo considere oportuno.
«Fatti non foste a viver come bruti, ma per seguir virtute e conoscenza»
«No habéis sido hechos para vivir como brutos, sino para seguir virtud y conocimiento»
Dante Alighieri, "La Divina Commedia", Inferno - canto XXVI

martes, 30 de diciembre de 2014

(219) In illo tempore...









Se escucha también en español, aunque más frecuentemente en italiano, y a muchos les sonará familiar esa expresión latina que retrotrae la narración a un momento y tal vez también a un lugar que se pierden en el tiempo y en el espacio. Esa misma expresión con la que, cuando el latín “iba a Misa”, comenzaba la cita del fragmento de los Evangelios correspondiente al día de la celebración.
Pues sí, me refiero a “In illo tempore”, que podemos traducir con “en aquel entonces” y que asume una connotación temporal precisa o difuminada, dependiendo del grado de precisión que queremos alcanzar y del énfasis con que queremos cargar de solemnidad, pathos, suspense y expectativa lo que estamos narrando.
Ocurre, sin embargo, que según como se utilice, ese recurrir a lo que ocurrió “in illo tempore” puede tener connotaciones delicadas, peligrosas y personal y socialmente muy cercanas a lo patológico, cuando no se trata de meras estrategias para mantener vivas y altas ciertas tensiones. La referencia es a ese ejercicio de referirse frecuentemente al pasado, próximo o remoto, para tirarse los trastos encima, sean personales, familiares, territoriales o más ampliamente políticos. Lo vemos a menudo y en ámbitos muy diversos.
La referencia malévola, vengativa y resentida, cuando no amenazadora, a un tiempo
pretérito para pedir reiteradamente cuentas no suele llevar a nada constructivo, conlleva una fuerte carga de inestabilidad y en lugar de ayudarnos a aprender del pasado, recalienta el presente y no promete nada bueno con vistas al futuro. Muy a menudo, basta sólo con leer, escuchar y observar a nuestro alrededor, se trata de un caballo desbocado que algunos siguen pinchando hasta que rompa los estribos y sálvese quien pueda.
Voy a ser más claro con algo que se entiende a través del ejemplo. La memoria de los horrores del pasado se debe conservar, pero bien otra cosa es seguir arrojando cadáveres los unos encima de los otros, hayan sido enterradas las víctimas en fosas comunes, en cunetas, en zanjas, en las profundidades marinas o entre los hormigones que sostienes edificios.
Lo mismo vale para el “in illo tempore” “los tuyos más”. Porque no me parece que haya profundas diferencias entre la barbaridad pseudorreligioso-talibana de volar estatuas, el pelotón “rojo” formado que fusila el monumento a Cristo Rey y las hogueras o tijeras obsesivas “fachas” que quemaban o emborronaban libros y textos molestos. “In illo tempore” siempre ha ocurrido lo uno y lo otro, una burrada y la contraburrada, el crimen de un lado y la masacre del lado opuesto.
Mantener la memoria, decía. Claro que sí. Pero asumiendo que el pasado es Historia y si es estéril intentar cancelar sus huellas, perdiendo así un testimonio tangible, también es estéril utilizar esa memoria sólo para un tiro cruzado de trastos con finalidades espurias y que contienen un cálculo, muy frecuentemente político.
¿Y esto a qué viene? Pues a nada del otro mundo. Sólo es una pequeña y sencilla reflexión mirando al entorno, a mucho del entorno que poco me gusta, y llegando a la consideración que ya dejaba entrever unas cuantas líneas antes. Al deseo de que dejemos de una vez ese ejercicio muy practicado y coloquemos la memoria y el pasado en sus correctos lugares. Fuentes inspiradoras de reflexiones, sobre todo para no repetir los mismos o parecidos errores y para hacer acopio de lo positivo y constructivo que pueda seguir siendo precioso para nuestro presente y el futuro que nos espera.
Una reflexión de andar por casa y un deseo para el año que comienza. Este 2015 que tiene que ocuparnos arremangados sin echar demasiado la mirada hacia el 2014 que ya es historia. Como los que le precedieron.

Pues que tengan, tengamos, un año al que dediquemos lo mejor de nosotros para intentar recabar lo mejor para nosotros y los demás.

jueves, 23 de octubre de 2014

(218) Él y ella son tú; ellos y ellas son nosotros, ¡pedazo de egoísta!
Lui e lei sono tu; loro sono noi, pezzo d’egoista!



«Lo que sea para garantizar la seguridad de los rehenes, sobre todo la de los franceses y del personal de Air France».

Son palabras de Édouard Balladur, primer ministro de Francia, pronunciadas en uno de los momentos más tensos de un episodio de terrorismo, uno de los primeros de esa naturaleza y que luego se hicieron tristemente frecuentes y a menudo más trágicos: el secuestro de un avión civil con pasajeros.

Era el 24 de diciembre, Nochebuena de 1994. Cuatro terroristas del GIA habían secuestrado en Argel un Airbus A300, vuelo 8969 de Air France, con 227 pasajeros a bordo. Un episodio que duró tres días de tensión y concluyó, en el aeropuerto de Marseilla Marignane, con el asalto de las fuerzas especiales francesas, teniendo como dramático balance tres víctimas civiles, ejecutadas por los terroristas, que fueron finalmente abatidos.

El GIGN asalta el avión secuestrado en el aeropuerto de Marseilla Marignane
 Francia se puso firme, sobre todo cuando se supo que el objetivo de los terroristas era estrellar el avión cerca de la Tour Eiffel, provocando una catástrofe de inimaginables proporciones. De ahí que la única posibilidad, una vez fracasadas las negociaciones entre sordos, fue la de actuar y hacerlo lo más rápidamente posible.

De este episodio de terrorismo se ha escrito mucho y ha llegado a las pantallas de la televisión y del cine con reconstrucciones y película. En tv vimos el episodio “Secuestro” de la serie Mayday Catástrofes Aéreas. Pero, habiendo sido testigo, aunque en la lejanía, de esos momentos, me quedo con L'Assaut, un film de 2011 del director francés Julien Leclercq.

Aunque no es tanto de ese secuestro en sí de lo que quiero ocuparme en esta breve reflexión. Demasiados episodios parecidos hemos visto, de cerca y de lejos, y bien sabemos que todavía no estamos curados de sobresaltos producidos por la furia, la violencia, el terror gratuito o de imposible comprensión para mentes racionales y con un mínimo de sentido humano, ético, moral.

Quiero recalcar esa frase de Edouard Balladur cuando se dirigió a los franceses. El primer ministro dijo que haría «lo que sea para garantizar la seguridad de los rehenes». Pero necesitó añadir ese «sobre todo la de los franceses y del personal de Air France». En realidad, y tristemente, nada nuevo. Lo hemos escuchado en boca de muchos gobernantes y políticos de cualquier latitud de este nuestro mundo en el que lo nuestro es más importante que lo de todos, lo universal. Hasta cuando se trata de la vida de seres humanos.

Este periodista, que ya tiene recorrido, sabe perfectamente que un accidente con veinte heridos cerca de la ciudad donde se imprime un diario tendrá probablemente más relieve, espacio y tiempo que una tragedia con sesenta muertos y doscientos heridos en las afueras de Bangalore. Y me quedo corto, porque podría ensanchar mucho más distancias y proporciones inversas.
Nadie es ajeno a esto. Ni lo gobernantes ni los periodistas, tampoco los ciudadanos de a pie, sean estos telespectadores a la hora de comer o frecuentadores de las redes sociales, donde todo se comenta y donde aparecen generosidades, sí, pero también nuestros más arraigados egoísmos.

Ejemplos hay para todos los gustos. Miramos a las tragedias del mundo y sacamos a relucir nuestras supuestas tensiones altruistas, pero muy a menudo reducida a palabras, con soflamas y proclamas. Hasta somos capaces de dar limosnas cuando la magnitud de la tragedia humana, allá lejos, se hace insostenible. Pero cuando nos movilizamos, titulamos a lo bestia, llenamos horas de pantalla, de radio y de redes, eso es sólo cuando uno de los nuestros se halla en peligro en algún rincón del mundo. O cuando es o aparece “políticamente correcto” porque los protagonistas/víctimas entran bien en el juego de nuestros sesgos, banderas, filias y fobias ideológicas.

Somos capaces de polarizar la atención y las emociones (sic!) en uno o media docena de los nuestros que lo pasan mal, aunque estén en medio de cientos o miles de seres que viven la misma tragedia y a lo mejor en peores condiciones. Traemos a uno de los nuestros a casa pagando lo que sea y dejamos a todos los demás a su suerte, aunque proclamando (hay que limpiar conciencias) que lo que hay que hacer hay que hacerlo “in situ”, en esos lugares. Pero la prioridad... esa para los nuestros. Y ya.

No, no se trata de un momento de buenismo de esos que me asaltan de vez en cuando. Me estoy autocriticando y critico esta sociedad tan incapaz de una auténtica, sincera y profunda empatía. Cada día más creo en muchos generosos hasta la médula, así como constato que el egoísmo no tiene reductos, más bien abarca amplios estratos de nuestra sociedad e interpela a todos y a cada uno de nosotros.

Las palabras de Balladur que he tomado como pretexto son muy reveladoras y de alguna u otra manera, con muchas posibles adaptaciones pero con el mismo trasfondo, las pronunciamos cada día.

Pues no es eso. Y me repito: él y ella SON tú, ellos y ellas SON nosotros, ¡pedazo de egoísta!

viernes, 19 de septiembre de 2014

(217) ¿Qué pintan los Inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (IECA) con la siniestra jararaca? Ahhh...
Che cos’hanno in comune gli Inibitori dell'enzima di conversione dell'angiotensina (IECA) con la sinistra jararaca? Ahhh...




Unos apuntes dedicados a tres médicos amigos,
además de magníficos profesionales:
Rafael Cinza Rey  Cardiólogo
Fernando Prados Roa  Médico de Emergencias
Alfonso Morán Martínez Médico de Emergencias
y a todos los amigos profesionales de la Salud


Quienes suelen honrarme con su atención bien saben de mis décadas de andanzas entre nómadas, por muchos rincones del desierto. Y también saben que la medicina y el cuidado de la salud siempre están bien presentes en esos vagabundeos. En mi libro “Sahara – Un viaje a la sabiduría de las gentes del desierto”, dediqué un capítulo a la fauna autóctona de esas landas inmensas y allí me entretuve con la variedad de reptiles, además de algunas curiosidades sobre la peligrosidad de víboras y serpientes ola extraña inmunidad a los venenos de algunas pequeñas poblaciones que de la recogida del tóxico han hecho un negocio. Y ayer cayeron casualmente en mis manos esas páginas mientras, paralelamente, quería averiguar la situación de la distribución geográfica mundial de los antídotos. ¿Por qué? Sencillamente porque partía de un hecho: la peligrosa y creciente moda de sacar de su habitat a los reptiles, llevarlos a otros continentes lejanos como “mascotas” exóticas y luego provocar algún que otro susto, cuando no una irremediable tragedia.

Bothrops jararaca
Visitaba pues las páginas del Munich AntiVenom INdex (MAVIN), un lugar indispensable para hacer frente a emergencias por inoculación de venenos de procedencia animal, y en ello caí en la página dedicada a la Bothrops jararaca, también conocida como víbora lanceolada o sencillamente jararaca. Lo primero que me tranquilizó, aunque no completamente, fue constatar que en Europa se podría conseguir antídoto específico contra el veneno de ese temible reptil a través de por lo menos once lugares (Austria, Alemania, Suecia, Suiza y Reino Unido). Tranquilizante hasta cierto punto, decía, porque la emergencia necesita de tiempos cortos y no todos viven cerca de Múnich, Estocolmo o Londres. Pero tranquilicémonos. No es muy probable que por aquí nos muerda una jararaca.

Ya saben lo que ocurre cuando uno comienza a bucear. Es como meter la mano en la bolsa de las chucherías (evítenlas, son un pésimo y nada saludable hábito) y de ahí puede salir cualquier cosa. Te esperas un cacahuete y salen pipas de calabaza, regaliz o un trozo de tela que entró no se sabe cómo en el envoltorio. Pues algo parecido a lo que ocurre “navegando”: la intertextualidad y la hipertextualidad  se sabe donde comienzan pero nunca a donde pueden llevar.

Pues manteniéndome a prudencial distancia de la siniestra Bothrops jararaca acabé nada menos que en los “Inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina”, los preciosos IECA, unos fármacos que han cambiado la vida de mucha gente por su eficacia terapéutica y su (siempre relativa) seguridad por el limitado espectro de efectos secundarios. A muchos todo esto les sonará a chino mandarín, pero si hablamos de Captopril, Lisinopril, Enalapril y más fármacos cuyos nombres terminan en “pril”, muchos, muchísimos, ya saben de lo que estamos hablando.


Los IECA son ampliamente manejados por angiólogos, cardiólogos y más especialistas, además de por los médicos de atención primaria, para el tratamiento de ese “killer silencioso” que es la hipertensión arterial, así como porque hay estudios que corroboran con su uso una sensible reducción de la mortalidad por insuficiencia cardíaca crónica. También hay algunas evidencias de su papel en la disminución de la transición a una insuficiencia cardíaca después de un infarto de miocardio. Ya ven que estamos hablando de unos fármacos que tienen su lugar destacado entre la batería de respuestas ante las claudicaciones y baches de nuestro perfecto pero vulnerable organismo.

Sérgio Henrique Ferreira
Y así volvemos a nuestra Bothrops jararaca, para los “amigos” simplemente jararaca, de la familia de los crótalos. Si bien fue un estadounidense, el bioquímico clínico  Leonard T. Skeggs, en 1956, quien arrojó la luz acerca de cómo funciona la encima de conversión de la angiotensina (ECA), y allanó el camino para el desarrollo de sus inhibidores, los IECA, el protagonismo de nuestra jararaca vino en 1970 con otro investigador. El físico y farmacólogo brasileño Sérgio Henrique Ferreira constató que el veneno de la Bothrops jararaca posee la capacidad de inhibir la enzima de la angiotensina. Se abrió así el camino hacia la producción de uno de los más eficaces fármacos hoy comunes en la casa de muchos y muchas que me están leyendo.

Esta no es la sede más apropiada para que les cuente cómo el pentapéptido BPP5a, presente en el veneno de la jararaca, desencadena su acción inhibitoria de la enzima de conversión de la angiotensina. Pero sí lo es para que les recuerde que gracias a todo este proceso Ud. o alguien a Ud. cercano puede, con un fármaco de manejo habitual y poco crítico, controlar y estabilizar su hipertensión o una propensión a pagar los peajes, a veces muy caros, de una fontanería sanguínea que presente peligrosas fluctuaciones en caudal, presión y velocidad.

¿A dónde nos lleva esto? A muchas consideraciones. A mí, viajero apasionado de mis desiertos, me lleva a una constatación. Bueno, a varias. La primera, que contrariamente a cuanto se pueda pensar, los reptiles, y entre ellos algunos muy peligrosos y mortales, abundan, pero no se nos cruzan por el camino cada dos por tres como algunos puedan pensar. La segunda consideración es que todos, en cualquier reino y especie, tenemos un papel y si no lo vemos es porque todavía no lo hemos descubierto. Y la última, aunque haya más, es la comprobación de la veracidad de ese antiguo proverbio italiano: «Non tutto il male viene per nuocere» (No todo el mal llega para hacer daño”. Tampoco la siniestra Bothrops jararaca, a la que desde hoy le pido permiso para llamarla amistosamente “jarara”. Gracias, “amiga”.



*** Un consejo de amigo. Aunque Ud. crea no tener nada, gaste 3 minutos dos veces al año y compruebe su tensión arterial en cualquier farmacia o centro de salud. Y pídalo a su médico, no importa el motivo que le lleve a la consulta.
¡Quiérase!